jueves, 1 de julio de 2010

MOITA SAUDADES......CARIOCA....MADE IN BRASIL


El mudo, el loco y el sabio
Juan, Lucio y Gilberto Silva


son los pilares defensivos de un Brasil crecido
que juega con orden y sobriedad gracias a ellos


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DIEGO TORRES - Pretoria - 30/06/2010
WWW.ELPAIS.ES
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El autor del gol que lanzó a Brasil en un partido que le ha consolidado como aspirante a la Copa del Mundo
salió del estadio Ellis Park ensimismado, sin reflejar alegría ni pena.
No había nada que ver en la cara de Juan Silveira dos Santos.
Su celebración consistió en un beso a la alianza matrimonial que le une a Monique y una mirada fija, inexpresiva,
a una de las cámaras que le grababan. El central del Roma rehúye las situaciones de exposición pública,
algo extraño en el representante de una colectividad que trabaja en vivo para la televisión.
Por su timidez excesiva, sus compañeros le llaman El Mudo
y es uno de los pilares de este Brasil cuyo punto de apoyo está en su área y en las zonas adyacentes.
Los zagueros Juan y Lucio, el portero Julio César
y el mediocentro Gilberto Silva son la catapulta de un equipo que Carlos Dunga
ha intentado construir en lo posible como el que ganó el Mundial en 1994.
En el último año, Juan solo hizo una declaración pública
y fue para explicar que tenía una lesión real, no imaginaria, y que, por favor,
la prensa romana dejara de acusarle de estafador.
El lunes volvió a hablar cuando, al salir del vestuario,
se encontró con una multitud de brasileños que le decían
que había sido el mejor del partido contra Chile.
"Fue una gran actuación del equipo", replicó;
"Robinho, Gilberto Silva y Bastos jugaron muy bien también".
Juan nació en Río de Janeiro hace 31 años, pero nunca le vieron ni en la playa,
ni en una batucada ni bailando en Carnaval.
Hace ocho años que fichó por el Bayer Leverkusen y se acostumbró al frío de Europa.
En Roma, ciudad alegre, no hay un solo brasileño que no aparezca de vez en cuando por Gilda,
la discoteca que reúne semanalmente a todos los jugadores.
La única excepción ha sido Juan, este defensa sobrio, de trazo prolijo,
medido para la violencia y siempre competitivo.
Como dijo un compañero suyo,
asombrado de conocer a un brasileño que no añora su patria:
"Le importa un
carajo la saudade".
Juan trabaja en silencio. Es el jugador de Brasil que más balones ha recuperado: 34.
Le sigue Lucio, que ha robado 28 y se parece poco a su colega en casi todo.
"Nuestro secreto es que jugamos juntos desde hace muchos años",
dice Lucio cuando le preguntan por Juan;
"manejamos los tiempos sin equivocarnos porque este es nuestro segundo Mundial en pareja".
Lucio es el que lleva el brazalete de capitán. El que reza varias veces al día.
El que da gracias a Dios por cada partido, por cada gol.
El que habla de continuo
y el que pierde la cabeza según se pone las botas.
Si Juan es cerebral y contenido,
Lucio, que tiene 32 años, es el reverso.
Posicionalmente, es más errático y su agresividad, muchas veces, no viene a cuento.
Motta, compañero suyo en el Inter, contó una vez la extraña ambivalencia de este zaguero devoto:
"Fuera del campo es una bellísima persona. Pero cuando se pone las botas se vuelve loco.
No distingue a nadie. En los entrenamientos es capaz de pegar patadas a cualquier compañero".
Los dos han ganado títulos importantes con Brasil.
Lucio, el Mundial de 2002.
Juan, las Copas de América de 2004 y 2007.
Juntos, la pasada Copa Confederaciones.
En este Mundial, viven al amparo de Gilberto Silva, que ante Chile movió el equipo al ritmo que le dio la gana.
El mediocentro nacido en Minas Gerais responde al arquetipo de minero.
Es hincha del Atlético Mineiro y se ufana de su origen, patria chica de varios presidentes de Brasil.
"Los mineros hablan poco y hacen mucho", dice Gilberto,
que ya se podría retirar tranquilo porque ha ganado un Mundial (2002) y una Copa de América (2007).
"Mi familia era muy pobre y, cuando era joven, tuve que trabajar como operario en una fábrica.
Pero estoy orgulloso de haber comenzado de aquella forma porque hizo que me identificase
con la gente que no ha tenido suerte en la vida", explica.
Dunga, el seleccionador,
le ha mantenido a pesar de que muchos brasileños consideran que Gilberto,
que gastó sus últimas temporadas en el Panathinaikos,
es con 33 años demasiado mayor para los rigores de un Mundial.
Él técnico sabe que no hay una gran selección sin un buen mediocentro.
Que su Brasil tuvo a Mauro y que Didí,
con 34 años, levantó la Copa en 1962.
Sudáfrica 2010

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"si un pueblo no puede defenderse a si mismo",
no puede esperar que nadie lo rescate"
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