martes, 30 de noviembre de 2010

Barcelona dio otra Clase : Es el equipo del Planeta



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El choque más esperado no tuvo equivalencias:
el equipo de la senora Guardiola vapuleó 5-0 a Real Madrid,
en una exhibición magistral que
lo ratifica como el rey del planeta.
Por Andrés Prestileo /
LA NACION de Buenos Aires, Argentina la tierra donde nacio, un catalan llamado Leo Messi
30 de Noviembre de 2010 - 00:28

La goleada de Barcelona a Real Madrid (ESPN)

Cortesia de Andrés Prestileo
LA NACION

Barcelona es un equipo consciente de su lugar en la historia.

Hace tiempo que el asombro que provoca dejó de resultarle algo novedoso y que se solaza en la tarea de engrandecer su prestigio de todas las maneras posibles.

Ayer, por ejemplo, se rió del comentario crecientemente escéptico del mundo futbolístico, que observa a la Liga española como una competición falsa, reducida a dos equipos.

La opulencia y la innegable calidad de Real Madrid no permiten compararlo con la masa uniforme que los sigue a ambos, pero ayer Barcelona lo metió en esa misma bolsa de sometidos, le hizo sentir con crudeza esa sensación de desamparo que parecía el destino exclusivo de los Almería, los Málaga u otros.

Entre muchas otras cosas, la grandeza de este equipo también reside en esa devoción religiosa hacia el estilo con que acomete todo.

Barcelona afronta y resuelve de manera portentosa retos siempre más altos.

La exigencia supuestamente extrema que iba a plantearle el hasta ayer intimidante Real Madrid de Mourinho no sólo no fue motivo para abandonarla sino que lo movió a profundizarla.

Esas cosas, por sobre todo, hacen a los equipos de leyenda.

Quedarse sólo con el dato - de por sí extraordinario -

de un 5-0 impropio de un clásico entre dos rivales de categoría

presuntamente similar no sólo sería injusto sino también objetivamente absurdo.

Muchas imágenes de las que quedaron ayer

- las interminables sucesiones de toques, tacos y

túneles o el estupor y la impotencia de los jugadores merengues en el segundo tiempo-

serán recordadas y comentadas por mucho tiempo.

Los múltiples duelos con que la comidilla previa llenó páginas y minutos fueron resueltos por Barcelona con una superioridad incontestable.

Eran imaginarios, pero Barça los aceptó con gusto.

Uno se planteaba entre Messi y Cristiano Ronaldo.

En su sostenido crecimiento como jugador

-aunque suene extraño para alguien que alcanzó semejante estatura-,

el argentino dio la talla en otra materia que hace a los fenómenos:

fue decisivo y lujoso sin necesidad del gol; es decir,

de lo que últimamente le daba hasta el cansancio los titulares de los diarios.

Fue un demonio casi siempre imposible de localizar para los rivales,

un asistidor magistral en dos de los cinco goles,

un ejecutante exquisito en ese toque de zurda que pudo haber sido el 1-0 y dio en el palo.

Cristiano fue un jugador resignado,

tan oscurecido como sus compañeros.

Había otro entre los técnicos.

A Guardiola le había quedado atragantada aquella derrota

con el Inter de Mourinho en la Liga de Campeones,

cuando sintió que se había traicionado a sí mismo,

abrumado por la aureola de su colega.

Ayer su estampa se hizo poderosa al mismo tiempo en que la derrota y

la paliza devoliveron a Mou a una categoría mucho más humana.

Detrás de todo queda un Barcelona líder,

un Real Madrid cuyo invicto con el portugués cayó cuando debía caer.

Lógica de la más pura, y así y todo,

lo menos importante para un mundo felizmente contemporáneo de un equipo

que perfecciona su estatura mítica



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